Thursday, April 28, 2022

Ciencias Sociales 4 - Sem 3

Competencia: Construye interpretaciones históricas.

Tema: La España de Carlos III

Fuente: Historia Universal de Planeta DeAgostini

Tras el reformismo incipiente del reinado de Felipe V, el primer político de altura al que cabe situar en esta corriente es el marqués de la Ensenada. La alianza natural entre las minorías ilustradas y la Corona sufre, sin embargo, una interrupción en los años finales de Fernando VI (1746 – 1759), al ser desterrado Ensenada en 1754, a la vez que triunfa, ante la guerra de los Siete Años, la política de neutralidad.

Marqués de Ensenada: (1702- 1781), fue un estadista y político ilustrado español. Fue consejero de Estado durante tres reinados, los de Felipe V, Fernando VI y Carlos III.

 

La figura intelectual más destacada de este período inicial es la del benedictino Feijoo, quien a través de su Teatro crítico realiza una obra de alta vulgarización y combate incansablemente la pereza mental y la superstición. Una disposición de 1750 declara su labor “del real agrado” y manda callar a sus numerosos contradictores; puede hablarse, a partir de este momento de un “feijonismo oficial”, como uno de los primeros triunfos de la nueva orientación.

Benito Feijoo (1676- 1764) fue un religioso benedictino, ensayista y polígrafo español. Considerado una la figura más destacada de la primera Ilustración española. Es autor del discurso "Defensa de mujeres" (1726) considerado el primer tratado del feminismo español.

 

El acceso de Carlos III (1759 -1788) al trono de España, supone la continuación de la política de Ensenada: la Ilustración pasa a ser oficial y gubernamental, tendencia que triunfa definitivamente al ser expulsados, el año 1767, los jesuitas. El motín de Esquilache, un año antes, no es sino un episodio de la reacción castiza, popular, ante las medidas innovadoras. El rey prescindió de este ministro que se había traído de Nápoles, y otros hombres llevaron adelante las reformas: el conde de Aranda, en cuyo equipo hubo, excepcionalmente una serie de aristócratas; Floridablanca, el más flexible de los grandes ilustrados; y Campomanes, el máximo regalista y quizá la figura más significativa de este momento. Desde 1775 hasta el final de reinado, la Ilustración, sin dejar de ser oficial, se convierte en un movimiento más general, tal como testimonia la fundación en cadena de las Sociedades de Amigos del País, que tratan de popularizar y hacer efectivas las más variadas mejoras en todos los campos.


El motín de Esquilache fue la revuelta que tuvo lugar en Madrid en marzo de 1766, siendo rey Carlos III.

La movilización popular fue masiva, y llegó a considerarse amenazada la seguridad del propio rey. No obstante, a pesar de su espectacularidad y extensión o coincidencia de revueltas por causas semejantes en otros lugares de España, la más evidente consecuencia política del motín se limitó a un cambio de gobierno que incluía el destierro del marqués de Esquilache, el principal ministro del rey,​ al que los amotinados culpaban de la carestía del pan, y que se había hecho extraordinariamente impopular como consecuencia de la prohibición de algunas vestimentas tradicionales.​ Su condición de italiano contribuyó de forma importante a ese rechazo. Las iniciales medidas de apaciguamiento y el especial cuidado que a partir de entonces se puso en el abasto de Madrid fueron suficientes para garantizar el orden social en los años siguientes.

 

No hay que exagerar, con todo, el arraigo de la reforma, cuyo nervio fundamental siguió siendo la Corona y los burócratas que a su servicio trataron de modernizar el país. Quizá como en ninguna otra época se produce ahora un “contraste entre un Estado joven y una organización social vieja e inerte” (Domínguez Ortiz). Pese a la disminución numérica, a lo largo del siglo, de los estamentos superiores – nobleza y clerecía – y del aumento de la población urbana, la burguesía sigue siendo débil, dada su distribución puntiforme y la disparidad de sus intereses. La aristocracia terrateniente va dejando de ser la clase especialmente destinada a la dirección del país, pero no es de las filas de la burguesía, sino de otros sectores inferior de la propia aristocracia de donde salen los que van a reemplazarles como instrumento ejecutivo de la Corona. A los factores generales de la época se suma en España, por lo que hace a esa minoría ilustrada, un acicate más: la apreciación inteligente de la decadencia nacional. Su actitud crítica y su anhelo de cambio no puede, al menos hasta los años finales del reinado de Carlos III, sino apoyarse en el absolutismo monárquico; de ahí que vieran “el despotismo ilustrado como medio de reforma social, cultural y eclesiástica” (Mestre).

El despotismo ilustrado es un concepto político que surge en la Europa de la segunda mitad del siglo XVIII. Se enmarca dentro de las monarquías absolutas y pertenece a los sistemas de gobierno del Antiguo Régimen europeo, pero incluyendo las ideas filosóficas de la Ilustración, según las cuales, las decisiones humanas son guiadas por la razón.

El aumento de la población – que pasas de 7 a 12 millones en el trascurso del siglo – y el alza de precios son las dos características más señaladas, comunes por otra parte de toda el área atlántica, de la situación del país. La influencia de las doctrinas fisiocráticas llevó al fomento de la agricultura, con la consiguiente limitación de los privilegios ganaderos. El alza de los precios agrícolas favoreció la roturación de nuevas tierras, pero ni la extensión de los cultivos ni la intervención legislativa cambiaron apenas el panorama agrario español.

La fisiocracia o fisiocratismo era una escuela de pensamiento económico del siglo XVIII fundada por el economista François Quesnay en Francia. Afirmaba la existencia de una ley natural por la cual el buen funcionamiento del sistema económico estaría asegurado sin la intervención del Estado. Su doctrina queda resumida en la expresión laissez faire.

 

Los cambios más importantes se producen en el sector comercial, con el “espectacular ascenso de la actividad mercantil de la burguesía periférica” en la segunda mitad del siglo, así como una industrialización inicial centrada casi exclusivamente en Cataluña (tejidos de algodón, papel). Si a ello se suma la industria de la seda en Valencia y buena parte del Levante, la siderurgia concentrada en la costa Norte y los astilleros, cabe hablar de una transferencia del centro de gravedad económico desde el interior hacia la periferia. La política económica estatal se decantó en un principio hacia el proteccionismo, recelo tardío del colbertismo de otros países europeos en la centuria anterior. La creación de manufacturas piloto por cuenta del Estado se orientó casi en exclusiva hacia productos muy refinados (cristal, porcelanas, t ápices, sedas, tabaco), instalándose la mayoría de esas fábricas reales en Castilla. Hacia mediados del siglo, y por influencia fisiócrata, prevaleció la tendencia a la liberalización y al estímulo de la iniciativa privada, a la vez que se restringía el poder de los gremios. Las medidas de mayor trascendencia fueron las relativas al comercio americano. El sistema de las flotas anuales fue abandonándose progresivamente, permitiéndose el envío de navíos sueltos y con derrota libre. Al fin, en 1790 se abolió la Casa de Contratación que, a comienzos de siglo, se había trasladado de Sevilla a Cádiz.

El “comercio libre” en América

El cambio del sistema monopolístico a otro más flexible pasó por diversas etapas. La primera fueron las compañías privilegiadas, circunscritas a una zona determinada para explotar productos coloniales (cacao, azúcar, algodón, tabaco). El siguiente paso hacia la libertad de comercio se dio en 1765, al subir al poder el equipo reformista de Aranda; nueve puertos peninsulares – entre ellos Barcelona y Cádiz, los de mayor importancia – fueron autorizados a comerciar en el Caribe; se crearon puertos nuevos – Palma de Mallorca y Santa Cruz de Tenerife – y se aumentaron las zonas americanas abiertas al tráfico. Por fin el reglamento de “comercio libre” de 1778 simplificó las formalidades y amplió a trece el número de puertos españoles que podían comerciar con veintidós de las indias españolas. Estas medidas supusieron el triunfo de la periferia peninsular sobre el centralismo monopolista con base en Cádiz, pero sobre todo el triunfo de la economía americana sobre la española, reactivada aquella por los comerciantes vascos y catalanes establecidos en América. El intento, excesivamente tardío, de constituir un auténtico imperio mercantilista con los territorios americanos se frustró por la falta de potencia naval y de productos baratos que exportar. El proceso revolucionario que estaba a punto de producirse en el área atlántica disociaría definitivamente los territorios españoles de ambos lados del océano.

En la esfera religiosa, la tendencia reformista dentro de la ortodoxia católica vio también en la Corona su aliada indispensable para combatir el laxismo moral y las supersticiones. El Concordato de 1753 concedía, de hecho, el patronato universal al monarca; Carlos II, de una acendrada piedad personal, se consideró siempre el protector de la Iglesia en sus reinos, y como tal trató de elevar el nivel cultural de los seminarios y colocó la Inquisición en manos de personas más ilustradas.

 

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Wednesday, April 27, 2022

Ciencias Sociales 3 - Sem 3

Competencia: Construye interpretaciones históricas.

Tema: Descubrimiento de América

Fuente: 5 000 años de Historia de María Roselló Mora.

Todo el comercio que desde el siglo XIII Europa mantenía con Asia estaba completamente monopolizado por las ciudades de Venecia y Génova, y se realizaba por dos arterias de tráfico, la llamada vía de las especias que partiendo de China tocaba Europa a través de Ceilán y el mar Rojo, patrimonio de Venecia, y la ruta de la seda, que por vía caravanera a través de Asia Central también llegaba hasta China y de cuyo tráfico Génova era la beneficiaria. Después, cuando a fines del siglo XIV Venecia destruyó la flota genovesa, fue aquella ciudad quien consiguió el monopolio de todos los productos arribados de la India y China.

Europa había perdido todo conocimiento exacto respecto de Asia, y el famoso viaje de Marco Polo reveló cuán fabulosas riquezas se escondían en aquel continente, y por tanto la posibilidad de establecer un lucrativo comercio. Ya a partir del siglo XIII la casa de Aragón intentaba establecer relaciones comerciales con Oriente y a tal objeto se llevó a cabo la conquista de Acre en la costa de Siria.


En aquella misma época los árabes ponían en boga la ciencia geográfica de la antigüedad y en especial las teorías de Eratóstenes, relativas a la redondez de la tierra, estimulando el ánimo para los viajes; los científicos del cuatrocientos se aplicaban con interés inusitado al estudio y hallazgo de nuevos métodos que hicieran posible la conquista del mundo. A fines del siglo XIV los catalanes, expulsados de Siria, estimulados por la conquista de nuevos mercados, habían realizado portentosas hazañas en el litoral africano llegando hasta el Senegal. Los viajes a la tierra del preste Juan (Abisinia), realizados a lo largo del cuatrocientos por catalanes, franceses, italianos, etc. Fueron muy numerosos y espoleaban la imaginación creando fabulosos mitos, tales como el reino de las Amazonas, el de la Isla de los Siete Obispos, el de la Fuente de la Juventud Eterna, etc. Y los adelantos técnicos parecían hacer posible tan quiméricos planes, allanando las dificultades de acceso a los mares.

Los conocimientos helenísticos se difundían enormemente, la obra de Tolomeo fue conocida en Occidente; pero con ella los científicos desarrollaron una evidente confusión, la de creer en la gran extensión en longitud del continente asiático, por lo cual el Pacífico quedaba enormemente reducido y hacía concebir la esperanza de una fácil y corta travesía del Atlántico, mediante la cual llegar a la India partiendo por el Occidente. La aparición de un elemento nuevo de navegación, la carabela, que combinaba el tipo de vela cuadrangular, usando el Atlántico y el triangular típico del Mediterráneo, y dotada de toso los instrumentos de precisión que la ciencia inventara, ofrecía una seguridad hasta entonces desconocida para efectuar largas travesías.

Portugal tomó parte en la empresa atlántica con esperanzadores proyectos de llegar a la India por el Occidente, pero una portentosa hazaña turbó la realización de tales abiciones: el descubrimiento de América por Cristóbal Colón.

La magnitd del hecho, con toda su trascendencia posterior, ha oscurecido un tanto los detalles referentes al realizador de la empresa, cuyos datos biográficos aparecen confusos, en parte debido a tergiversaciones hechas por él mismo, y en parte a las de su primer biógrafo, su hijo Fernando, quien tal vez para ocultar su origen plebeyo, dejó muy oscuro lo referente a su patria y familia. Todos los coetáneos de Colón le atribuían origen genovés o italiano al menos; pero el único documento que afirma esta suposición no ofrece absoluta garantía de seguridad, porque se conoce solo una copoia y se teme fuera falsificado a raíz de los pleitos colombinos. En el cuarto centenario del descubrimiento de América se recopiló interesante y coherente documentación para probar el origen genovés del Almirante, que, si bien no puede tenerse como definitivo, sí que por lo menos es más lógica que muchas pruebas aportadas por los que no quieren admitir su origen genovés, porque muchas tesis que buscan en otros países la patria de Colón, pecan por exceso de fantasía unas, están faltas de base otras, y no ofrecen la certeza histórica de la documentación genovesa. Celso García de la Riega defendió clamorosamente la patria gallega de Cristóbal Colón, de la misma manera que Luis Ulloa y Carreras Valls lo han hecho con la catalana; sin embargo, no dejan de ser todas ellas hipótesis carentes de validez científica; lo mismo sucede con el pretendido origen judío de Colón, una de tantas fantasías biográficas sobre el descubridor. También durante mucho tiempo se ha estado en duda respecto de la fecha del nacimiento; pero hoy día se admite que debió acaecer entre el 25 de agosto y el 31 de octubre de 1451. Se poseen varios documentos relativos a la adolescencia de Colón en Génova y es unánime la opinión de que empezó a navegar desde muy joven y en 1476 llegó náufrago a Portugal estableciéndose en Lisboa como agente comercial representando a la casa Centurione. En Lisboa se casó con Felipa Moniz y en adelante pasó temporadas en la isla de Porto Santo (Madera), donde tendría ocasión de examinar papeles y mapas de su suegro adquiriendo tal vez noticias de supuestas tierras en el Atlántico. Es probable que Colón más que en Italia forjara en Portugal su gran proyecto, cuyo origen es enormemente complejo, aun admitiendo el influjo de la correspondencia de Toscanelli y la diversidad de hechos que se ha dicho contribuyeron a forjar el plan colombino.


Hay dos teorías para explicar las realizaciones de Colón que puganan por ser las verdaderas: la de que se proponía llegar a la India por Occidente, pensando que eso era factible a raíz de las lecturas de Pierre d’Ailly, y la de que conocedor más o menos directo de la existencia de tierras allende el Atlántico, se propusiera arribar en busca de riquezas.

Sea lo que fuere, es lo cierto que Juan II de Portugal rechazó el proyecto colombino, pero no así España, aunque a costa de mucho insistir a los Reyes católicos que consideraron exorbitantes las pretensiones de Colón. Por fin se llegó a un acuerdo en las Capitulaciones de Santa Fe, que le permitió zarpar en busca de rutas atlánticas. Superadas todas las dificultades, y con la firme protección de la reina Isabel la Católica, el día 3 de agosto de 1492, la flota, costeada a medias por los monarcas y por los participantes de la expedición, se hizo a la mar en el puerto de Palos rumbo a Canarias. Al empuje de los alisios el 12 de octubre divisaron la humilde isla de San Salvador, América asomaba con luces de leyenda a la historia occidental.

 

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Tuesday, April 26, 2022

Ciencias Sociales 2 - Sem 3

 

Tema: Los visigodos en Hispania

Competencia: Construye interpretaciones históricas

Fuente: Historia Universal de editorial Océano. 

La presencia de los visigodos en Occidente data de los primeros años del siglo V. Instalado en el sur de la Galia, en virtud de un foedus con Roma, este pueblo parecía destinado a asentarse firmemente en esta región del Imperio Romano, interviniendo solo de manera esporádica en la Península Ibérica, bien para eliminar a los primeros invasores (alanos, vándalos silingos), bien para frenar el afán expansionista de los suevos. Únicamente a partir del último tercio del siglo V y ante el derrumbamiento del poder de Roma, el monarca Eurico concibió el proyecto de crear un reino que incluyera, además del sur de la Galia, Hispania, por lo que envió a este país contingentes militares que aseguran el dominio visigodo.

Al comenzar el siglo VI, la expansión de los francos provoco la derrota visigoda de Vouillé, que supuso la pérdida de su poder en la Galia e impulsó a la mayoría del pueblo a atravesar los Pirineos e instalarse en la Península Ibérica. La oportunidad intervención de Teodorico el Grande permitió salvar la región de la Septimania (con capital en Narbona) y garantizo el establecimiento visigodo al enviar en su ayuda tropas y jefes ostrogodos.

La afirmación del asentamiento visigodo

La presencia de los visigodos en Hispania iba a durar dos siglos (periodo que se conoce con el nombre de “reino de Toledo” por contraposición a la etapa de asentamiento en la Galia, a la que se califica como “reino de Tolosa”. A su vez, el reino de Toledo se ha dividido en dos sub-periodos (monarquía arriana y monarquía católica) en función de la religión oficial existente.

El arrianismo es una doctrina cristiana del siglo III que rechaza el dogma de la Trinidad y que fue popular en algunas zonas de Europa durante el primer milenio después de Cristo. Afirma que Jesucristo fue creado por Dios Padre y está subordinado a él.

 

En el periodo arriano el primer gran problema lo suscitó el control territorial de la península. Los visigodos no tuvieron dificultades para instalarse en Hispania y asegurarse su control, pero existían zonas que no estaban bajo su soberanía: los suevos subsistían como reino independiente en Galicia, los pueblos del norte (vascones, cántabros y astures) se negaban a aceptar la dominación visigoda, y en el sur, desde mediados del siglo VI, se instalaron los bizantinos aprovechando la guerra civil entre dos candidatos al trono. Leovigildo, el último rey arriano, realizó el mayor esfuerzo para resolver este problema: conquistó e incorporó el reino de los suevos, dirigió diversas compañas contra los pueblos del norte (vascones) e inició la recuperación del territorio en manos bizantinas, con la conquista de las plazas de Córdoba y Málaga; sin embargo, la expulsión de los bizantinos de Hispania solo se consiguió en el reinado de Suintila, ya en el periodo siguiente.

Un segundo problema, tal vez más importante que el anterior, lo constituyó la falta de cohesión entre hispanorromanos y visigodos. Esta desconexión se manifestaba en la existencia de religiones, legislaciones y formas de vida distintas en cada comunidad, y, sobre todo, en el predominio de lo germánico sobre lo autóctono. También fue Leovigildo quien dio los primeros pasos para romper esta situación y así derogó la prohibición de matrimonios mixtos e intentó conseguir la unidad religiosa en torno al arrianismo, fracasando en su proyecto. Su hijo y sucesor, Recaredo, logró este objetivo al invertir el proceso y convertirse al catolicismo, con buna parte de la nobleza, en el III concilio de Toledo. Posteriormente, Recesvinto promulgó un c`´odigo – que lleva su nombre – y que ten´`ia vigencia para todos los habitantes de la península, con lo que desaparecía la discriminación legislativa. Por último, las diferencias en las formas de vida fueron atenuándose con el transcurso del tiempo, produciéndose un acercamiento paulatino entre ambas civilizaciones, hasta el punto de que las fuentes históricas dejaron de hablar de gothi y romani para utilizar solo el término hispani.



El debilitamiento del dominio visigodo

Cuando estos problemas estaban solucionados – o en vías de solución -, comenzaron a plantearse o a agudizarse otros. En primer lugar, hay que hablar de una desconexión entre la masa popular y la élite dirigente. En Hispania existía un número considerable de esclavos; además, una buena parte de los hombres libres vivía en una situación parecida a la de la servidumbre, porque la flata de seguridad y la precariedad de los medios de subsistencia les obligaba a colocarse al servicio y bajo la protección de los poderosos (“prefeudalismo”). De esta forma, existía una minoría – formada por la nobleza y la Iglesia – que vivía a costa de explotar a la mayoría de la población. No es de extrañar, pues, que, cuando se produjo la invasión islámica, esta masa popular se mostrara indiferente ante la suerte de la monarquía visigoda.

En segundo lugar, hay que referirse a la pérdida de las cualidades militares de los visigodos, que, desde el momento en que se fusionaron con la población hispana, se dispersaron por la península, con lo que era fácil que los hombres no acudieran a las convocatorias militares; a ello hay que unir que la falta de actividad bélica desde la expulsión de los bizantinos supuso un relajamiento de las prácticas militares. A fines del siglo VIII, el rey Wamba promulgó una ley que castigaba severamente a quienes no acudieran a los llamamientos militares, norma que no parece surtiera efectos. El problema pudo soslayarse por el sistema prefeudal, pues cada noble se encargaba de reclutar a su tropa, pero la eficacia y operatividad del ejército dependía de la fidelidad de los jefes respecto al rey. Y, de hecho, la derrota del último rey visigodo frente a los invasores islamitas fue el resultado de la traición de un sector de la nobleza.

Wamba. Fue el último rey que dio esplendor a los visigodos. Con su muerte comenzó la decadencia. Su reinado no fue fácil, pues lo pasó casi enteramente sofocando las luchas internas de la nobleza contra la monarquía, los nobles entre sí, los católicos contra los arrianos y la población hispanorromana contra los visigodos. Además tuvo que sofocar sucesivas rebeliones de astures y vascones4​ y en el 672 hubo de enfrentarse a un nuevo y desconocido peligro: la invasión de norteafricanos o árabes, que intentaron pasar a la Península por Algeciras, intento que fue rechazado por visigodos e hispanorromanos.

 

En tercer lugar, se produjeron nuevas tensiones religiosas, esta vez entre los católicos y la minoría hebrea existente en España. Los judíos constituían un grupo pequeño, pero de enorme importancia económica al ser los animadores del comercio de la época. Durante la etapa final de la monarquía visigoda (reinados de Egica y Ervigio), se adoptaron diversas medidas para obligarles a convertirse al catolicismo. Con ello, el Estado, al tiempo que debilitaba su economía, se ganaba la animadversión de este sector de población que apoyó incondicionalmente a los musulmanes.

El fracaso ante los musulmanes

Por último – y, tal vez el problema más importante – está la existencia de guerras civiles y luchas palatinas entre la clase dirigente visigoda. La monarquía era electiva, pero en la práctica cada monarca trataba de asegurar el trono a sus descendientes, asociándoles a las tareas de gobierno. Se produce así, a lo largo de toda la historia visigoda, una pugna continua entre el sistema electivo y el hereditario, que dio lugar a asesinatos de monarcas, eliminación de nobles disidentes y guerras civiles.

Los intentos de algunos reyes por incorporar a los nobles a las tareas de gobierno a través de instituciones como el Senatus o el Aula Regia, y las intervenciones de la Iglesia para sacaralizar la figura del monarca, no fueron suficientes para frenar las conspiraciones, que cobraron especial virulencia en las últimas décadas del siglo VII, cuando los elementos nobiliarios se agruparon en dos facciones. El enfrentamiento llegó a su apogeo tras la muerte de Vitiza, cuando un sector opuesto eligió como rey al duque de la Bética, Rodrigo, postergando la candidatura del hijo del anterior monarca, Akila. Los derrotados, lejos de aceptar la elección, prefirieron pedir ayuda a los musulmanes – instalados en el norte de África – para destronar a Rodrigo. Éste, que a la sazón estaba en el norte, luchando contra los vascones, marchó hacia el sur para hacer frente a los invasores e, ignorante de la traición, entregó el mando de las alas de su ejército a los hijos de Vitiza, quienes, iniciado el combate, abandonaron a su rey que fue derrotado y, tal vez, muerto en la batalla de Guadalete (711).

Con esta victoria, los musulmanes liquidaron no solo al “partido rodriguista” sino también la dominación visigoda en España, pues, desentendiéndose del acuerdo con los vitizanos, iniciaron la conquista de toda la península, que en breve tiempo quedó, en su práctica totalidad, bajo el control de los invasores.

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Monday, April 25, 2022

Ciencias Sociales 1 - Sem 3

Tema: Los hititas

Competencia: Construye interpretaciones históricas

Fuente: Historia Universal de Planeta Deagostini

En la historia del Oriente antiguo la transición del III al II milenio antes de Cristo viene caracterizada por la invasión de un nuevo grupo de pueblos, procedente de una región difícil de definir (incluso en la actualidad), pero comprendida, con una aproximación bastante exacta, entre la meseta de Pamir y las estepas de Europa centro oriental.

El nombre de indoeuropeos con el que se designan a estos pueblos no se refiere a su unidad étnica, sino al hecho de que hablaban idiomas comunes derivados de un único tronco lingüístico original. Los pueblos prehistóricos de la lengua indoeuropea constituían, probablemente, un vasto grupo de tribus que tenían en común, aparte de la lengua, determinadas estructuras económicas, sociales y religiosas. Se dedicaban al pastoreo y a la ganadería (en particular del callo), y de forma ocasional practicaban el cultivo de cereales. Organizados en tres clases sociales – sacerdotes, guerreros y campesinos – tenían en común el culto de los antepasados.

Si resulta difícil precisar las características de estas gentes, es casi imposible reconstituir sus migraciones en época prehistórica. Se considera que las corrientes migratorias siguieron dos direcciones principales: una se dirigió hacia el Sudeste y pobló el subcontinente indio, mientras que la otra avanzó hacia el Sudoeste, fraccionándose luego en diversos ramales que alcanzaron Asia Menor y la península de los Balcanes. Es imposible determinar cuándo sucedió esto, pero, en cualquier caso sabemos con certeza que, entre fines del III milenio a. C. y comienzos del siguiente, grupos numerosos de indoeuropeos se hallaban establecidos en Asia Menor, la meseta de Irán, la península de los Balcanes, la llanura de Rusia meridional y el valle del Danubio.

ESQUEMA HISTÓRICO



Los primeros grupos indoeuropeos que actuaron como fuerza política en la historia del Oriente antiguo fueron los que, de la ciudad de Hattusas (o Hatti), tomaron el nombre de hititas (o hetitas, o Khatti). Hattusas, cuyas ruinas se han localizado en las proximidades de Bogazkoy, Anatolia central, ya existía cuando llegaron los hititas. Como toda la región, estaba habitada por pueblos indígenas dominados por reducidas minorías indoeuropeas que, probablemente, se infiltraron por el Este.

Estos antiguos pueblos anatolios se designan con el nombre de protohititas. A comienzos del II milenio a.C., uno de sus reyes, Pithana, se hizo con el control político de la región comprendida entre el río Halys y el lago Tatta (actual Tuz Gölü). El hijo de este monarca, Anitta, llevó los límites de sus dominos hasta anexionarse Hattusas, y se proclamó “Gran Rey”, dando comienzo al Imperio Antiguo. La política expansionista la continuareon los descendientes de Anitta, que superaron el Tauro y se extendieron hacia Siria. Hattusil I se apoderó de Alepo, y Mursil I, su nieto, invadió Mesopotamia y asedió y destruyó Babilonia. A su regreso, el rey hitita fue asesinado por un pariente, y con este magnicidio se inició una larga y oscura sucesión de agitaciones internas.

La crisis, determinada asimismo por las inciertas normas de sucesión al trono, fue resuelta por el rey Telepinu, que estableció reglas precisas. Este soberano firmó un tratado con el rey de Kizzuvatna, región de Asia Menor muy importante para las comunicaciones con la Alta Siria y Mesopotamia. Telepinu es considerado como el último monarca del Imperio Antiguo. Luego siguió un período incierto y oscuro (20 o 60 años, según las diversas cronologías). En esta fase se concretó el esfuerzo hegemónico de los hurritas de Mitanni. Solo hacia 1420 a. C. se reanuda una documentación histórica, que sigue de forma continuada los acontecimientos hasta 1200 a. C., cuando el poderío hitita desaparece de la historia. A esta segunda etapa se le llama Imperio Nuevo.

A comienzos del Imperio Nuevo, los hititas cosecharon una serie de fracasos frente a Mitanni. La situación se invirtió cuando accedió al trono Supiluliuma (1380 – 1346 a.C.), el rey más importante de la historia hitita. Su primer objetivo fue debilitar y aislar a Mitanni, que desde siempre había constituido una amenaza para la seguridad del Estado hitita, y un obstáculo para su expansión económica y política. Triunfó en su intento explotando las discordias internas de los hurritas, y tejiendo una tupida red de alianzas con los pueblos asentados en torno a Mitanni. Al mismo tiempo, sometió Alepo, derrotó a las topas de la ciudad de Kadesh y extendió su influencia a Ugarit, hasta entonces en la esfera de los intereses egipcios.

En los veinte años que siguieron , Suppiluliuma se ocupó, sobre todo de Anatolia. El reino hitita se vio notablemente consolidado y engrandecido con la incorporación del territorio de los kaskas, salteadores del Norte, tradicionalmente enemigos de los hititas. Pacificada Anatolia, el soberarno fue reclamado en Siria por los acontecimientos que siguieron a la muerte de Tusratta, rey de Mitanni. Aprovechando el desorden en que había caído el país, Suppiluliuma colocó en el trono a un rey de su agrado, Mattiwaza, asegurándose de este modo la alianza de los hurritas. Conquistada más tarde Karkemish, nombró rey a su hijo Biyassil, constituyendo allí un baluarte contra el poder asirio. A otro de sus hijos confió el gobierno de Alepo, para salvaguardar las fronteras con Egipto. Precisamente de este país, y como demostración del prestigio que gozaban los hititas, llegó la propuesta de matrimonio entre un hijo de Suppiluliuma y la viuda del faraón Tutankhamón.

Con los sucesores de Suppiluliuma, entre los que no faltaron soberanos de notable relieve, coo Murissl II y Muwatalli, comenzó para el imperio hitita un lento pero progresivo declinar. Las causas de la decadencia no están del todo claras, pero pueden achacarse a las continuas rebeliones de los Estados vasallos, en particular de los belicosos kaskas en el Norte, y de los asirios en el Sudeste. Otro factor sería el desgaste provocado por el conflicto con Egipto debido al predominio sobre Siria y Palestina. También las crisis dinásticas y las luchas por la sucesión debieron de contribuir a restar prestigio y autoridad al poder central.

Mursil II, hijo de Suppiluliuma, además de audaz estratega, fue un hábil político que, conjurada la amenaza de los kaskas rebeldes, dio al país un período de prosperidad y estableció buenas relaciones con los aqueos, pueblo recién asentado en las costas occidentales de Anatolia.

El nombre de Muwatalli está vinculado al nuevo rumbo que tomó la historia hitita a la muerte de Mursil, determinado opr la gran batalla de Kadesh a orillas del Orontes (1296 a. C.), en que se resolvió el conflicto con los egipcios de Seti I y Ramsés II. Celebrado por Ramsés como una gran victoria egipcia, el encuentro dejó inalteradas, en realidad, las fronteras y zonads de influencia de ambos contendientes. En este período irrumpieron en aquella región los primeros contingentes de “puoeblos del mar”. Muwatalli acaso comprendió el peligro y trató de controlar la situación. Para ello se colocó a la cabeza de las vanguardias invasoras y las guió a Siria, para dirigirlas finalmente hacia Egipto. También los egipcios intuyeron la amenaza y se pusieron a la defensiva, considerando la propuesta de un tratado de paz presentada por Hattusil III en 1278 a. C. Desde entonces la paz fue respetada, y en 1266 a. C. Ramsés II tomó por esposa a una hija de Hattusil. Pero el fin del poderío hitita estaba próximo. Tras el pacífico reinado de Tudhaliya IV, sucesor de Hattusil, la situación se agravó rápidamente porque los “pueblos del mar” penetraron en Asia Menos, poniendo fin al imperio hitita hacia 1200 a. C.

Los pueblos del mar es la denominación con la que se conoce a un grupo de pueblos de la Edad del Bronce que migraron hacia Oriente Próximo durante el 1200 a. C. Navegaban por la costa oriental del Mediterráneo y atacaron Egipto durante la dinastía XIX y especialmente en el año octavo del reinado de Ramsés III, de la dinastía XX.

Algunos estudiosos los hacen responsables del hundimiento de la civilización micénica y del Imperio hitita, a finales del siglo XIII a. C., dando lugar al comienzo de la Edad Oscura, pero esta hipótesis es controvertida.

Existen escasos documentos sobre quiénes eran los pueblos del mar, dónde y cómo actuaron. Por otro lado, los antiguos textos suelen narrar la historia parcialmente. La arqueología ayuda a comprender situaciones que pueden contradecir a los textos, pero los datos de las excavaciones son escasos en este sentido.

 

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Saturday, April 23, 2022

Tarea Adicional 1

Sean bienvenidos a este su blog estimados estudiantes de Ciencias Sociales de la I.E. Toribio Rodríguez de Mendoza – SJL. Como se les comentó hay una tarea opcional – ojo, opcional -, que podrían hacer con la ayuda de su padre o madre y así acumular puntuación adicional.


La tarea consiste en visitar un lugar importante del centro de Lima, para este caso visitar lo que fuera la casa de Ricardo Palma, no les diré dónde está, porque también es parte de la tarea que ustedes averigüen dónde es que queda dicha casa. Pero les daré un par de pistas:

Pista 1: Dicha casa está cerca de un edificio que acoge a uno de los poderes del Estado.

Pista 2: Es un lugar del centro de Lima, muy comercial.

Bueno, entonces tienen las pistas, ahora aquí les informo sobre cómo han de evidenciar su visita. Para evidenciar la visita deberán entregar una fotografía – en papel fotográfico, no impreso – donde se encontrarán ustedes y su acompañante – padre, madre o apoderado – en posición de lectura – simulando una lectura. Esta fotografía lo pueden entregar el martes 3 o 10 de mayo según le corresponda asistir a clases presenciales. No hay otras fechas. Además, al momento de la entrega el docente les hará una de las siguientes preguntas:

(1) ¿Cuál es la obra más importante de Ricardo Palma?

(2) ¿En qué años vivió Ricardo Palma?

(3) ¿Por qué es importante Ricardo Palma?

ES IMPORTANTE CONSIDERAR:

  • Si el estudiante no responde contundentemente, la puntuación será inválida.
  • La entrega únicamente se debe hacer en las fechas mencionadas y en hora de recreo, pasado la hora de recreo, no se acepta más fotografías.
  • La fotografía debe ser impresa en papel fotográfico, de lo contrario no se acepta dicha evidencia.
  • En la fotografía debe estar el estudiante con su apoderado o persona mayor que lo cuide, de lo contrario dicha fotografía es inválida.
  • La fotografía solo será firmada por el docente, éste registrará la puntuación adicional y devolverá la foto al estudiante.

 

  

Thursday, April 14, 2022

Competencia: Construye interpretaciones históricas.

Tema: Francia a la muerte de Luis XV

En 1774, a la muerte de Luis XV, Francia dejaba tras de sí medio siglo de casi ininterrumpido ocaso como gran potencia mundial, pero esta circunstancia no había comprometido su creciente prosperidad. La guerra de los Siete Años hizo perder a Francia el Canadá y la Luisiana, pero le dejó sus posesiones de las Antillas, que le permitieron continuar siendo la mayor productora de azúcar del mundo. Por otra parte, la vitalidad económica facilitó la absorción de las consecuencias financieras de una política exterior y militar particularmente onerosa. La estabilidad del régimen, en su conjunto, no había estado en peligro. No habían faltado, en París y en provincias, huelgas y levantamientos, controlados por los poderes públicos sin grandes dificultades. Huelgas y revueltas tenían motivaciones económicas coyunturales, que consistían casi siempre en el aumento del precio del pan, que era la partida más importante del presupuesto doméstico del obrero y del campesino, suponiendo generalmente la mitad del salario. Si el precio del pan aumentaba, sobrevenía el hambre. Bastaba que volviera a bajar para que se restablecía la calma, sobrevenía el hambre. Bastaba que volviera a bajar para que se restableciera la calma. Incluso finalizó rápidamente la guerra de la harina, que estalló en 1774, y que constituyó el levantamiento más violento y desesperado de los registrados en la últimos cincuenta años.

Manifiesto propagandístico de los revolucionarios franceses. Las palabras escritas en el centro sintetizan las conquistas sociales y políticas. París, Musée Carnavalet.

La solidez del régimen legado por Luis XV a su sucesor se debía, sin embargo, más a la ausencia de una verdadera oposición que a su vitalidad intrínseca. El régimen, entendido como gestión del Estado y de la sociedad, hacía tiempo que estaba desgastado y divorciado de la realidad del país, regido todavía por el modelo feudal de un reino articulado en dos “Estados” o clases privilegiadas – clero y nobleza – y un tercer “Estado” sin privilegios.

Los dos primeros constituían, en conjunto, una facción mínima del país, apenas el dos por ciento, o sea, alrededor de medio millón de personas entre veintiséis millones de habitantes. El tercer Estado lo componía casi toda Francia. La monarquía absoluta había sustraído al clero y a la nobleza el poder público y, en parte, el judicial. Pero no pasó de ahí.

ALTO CLERO Y NOBLEZ DE ESPADA Y DE TOGA

Los dos estratos privilegiados continuaron gozando del derecho a la exención de tributos fiscales y a la recaudación de los cánones feudales cuyo legítimo fundamento pudieran certificar. Solo la asamblea de los representantes del clero votaba “voluntariamente” cada cinco años una “donación gratuita” al Estado. El clero figuraba en primer lugar entre los estamentos del reino. El alto clero, reclutado casi por enero entre los nobles, disponía de grandes riquezas: el patrimonio inmobiliario de las ciudades y bienes raíces en provincias, hasta el punto de cubrir casi el diez por ciento de la superficie de Francia. Pero se trataba de una riqueza improductiva, que se acumulaba y consumía estérilmente. El bajo clero, en cambio, vivía peor aún que los nobles provincianos empobrecidos y, aunque pertenecía al mismo grupo, tenía muy poco en común con los grandes eclesiásticos, incluso por extracción social, pues procedían casi por entero de las clases inferiores del tercer Estado.

En conjunto, los nobles se habían empobrecido. No podía ser de otra forma en quienes sustentaban la convicción de que era “tanto más noble cuanto más inútil”. La nobleza cortesana dependía ya casi por entero de los patrimonios, cargos y liberalidades concedidos por benevolencia regia. Los demás miembros de la nobleza – la mayor parte sobrevivían confiando en los cada vez menos productivos cánones feudales, o bien ingresando en el ejército o en la diplomacia, carreras reservadas exclusivamente para ellos. Se había formado además una nobleza de origen más reciente, integrada por burgueses ennoblecidos por el soberano en reconocimiento de los servicios prestados a la monarquía absoluta: los llamados nobles de toga burócratas y magistrados, que aseguraban el funcionamiento de la administración y de la justicia. No eran, pues, inútiles como los demás, pero disfrutaban también de una condición privilegiada: sus cargos eran vitalicios y hereditarios, lo que les diferenciaba del resto del país.

EL tercer estado

En los últimos cien años el tercer Estado había crecido enormemente en número e importancia. El aumento de la población operado en aquel periodo, de diecinueve millones a cerca de veintiséis, era consecuencia del mayor bienestar que reportaba al país su propia laboriosidad y su espíritu de iniciativa. Su composición social era enormemente variada. El tercer Estado no se identificaba sólo con la burguesía, que constituía poco más de ocho por ciento de los franceses, en el ámbito mismo de la clase burguesa las diferencias eran muy acusadas: se pasaba de los banqueros, empresarios y recaudadores de impuestos a los médicos, abogados, profesores, comerciantes y artesanos. Pero tercer Estado eran también los obreros de las ciudades, así como los propietarios de tierras en provincias, ricos, pobres y muy pobres. Al mismo Estado pertenecía la gran masa campesina sin tierra, que representaba más del ochenta por ciento de la población de Francia.

El tercer Estado dirigía todas las actividades productivas del país, el comercio interior y el exterior. La mayor parte del capital inmobiliario se hallaba en sus manos. Sus representantes más avanzados, surgidos del campo de la burguesía, eran, naturalmente, los más dinámicos, y actuaban como fuerza impulsora frente a las otras clases menos activas, dotadas y preparadas, sin conseguir nunca solidarizar todos sus intereses comunes. Solo les unía su aversión general hacia los nobles privilegiados y parásitos. Entre los burgueses y los propietarios no nobles, dicha aversión se nutría de motivos ideológicos y de intolerancias políticas y sociales, mientras que entre los demás no superaba el nivel del resentimiento pasivo o de la violenta venganza personal.

 

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Wednesday, April 13, 2022

Ciencias Sociales 3 - Sem 2

 

Competencia: Construye interpretaciones históricas.

Tema: La Guerra de las Dos Rosas.

Durante los últimos tiempos de la guerra de los Cien Años se evidenciaba ya el fracaso de la dinastía de los Lancaster; pero la derrota con que dio fin tuvo para Inglaterra graves consecuencias pues privó a la dinastía del prestigio que querían darle sus soberanos.

La guerra de los Cien Años enfrentó a Francia e Inglaterra entre 1337 y 1453, convirtiéndose en el conflicto bélico más largo que ha conocido Europa. Durante esos 116 años, las largas y agotadoras campañas, desarrolladas siempre en suelo francés, se alternaron con treguas y largos periodos de paz. La contienda acabaría forjando la identidad de las naciones francesa e inglesa.

 

El último de ellos, Enrique VI (1422 – 1471), fue un pobre hombre que heredó las precarias facultades mentales de su abuelo Carlos VI de Francia, y que no tuvo la energía suficiente para imponerse a la crisis monárquica que se desencadenó. Los partidarios de la familia York, alejada de la política desde el destronamiento de Enrique II, aprovecharon el descontento de la nación

 para reclamar el gobierno del duque Ricardo de York, descendiente también de Eduardo III. La corte, desde la muerte del regente duque de Bedford, había estado dominada por el conde Suffolk, que pereció en el año 1450. El trono entonces pareció vacilar; pero aún el duque de Somerset pudo tenerlo hasta el año 1455 en que también pereció. Inmediatamente el Parlamento dio al duque de York el título de protector y defensor del reino; esta actitud no fue aprobada por los banderizos de los Lancaster y por tal motivo estalló la lucha (1460) entre los dos partidos, agrupados el uno bajo la rosa blanca de los York y el otro bajo el de la rosa encarnada de los Lancaster; de ahí el nombre de las Dos Rosas con que es conocida la contienda que arrastró a la nobleza inglesa a una lucha fratricida que alcanzó extremos de máxima crueldad.

Cuando comenzó la guerra la suerte se inclinó del lado de los York, pues, tras la batalla de Northampton, Ricardo fue reconocido sucesor de Enrique VI; pero al cabo de poco perdía la vida en la acción de Wakerfield, en diciembre de aquel mismo año. Entonces, su hijo, victorioso en Mortimer’s Cross (febrero 1461) se proclamó rey con el nombre de Eduardo IV, si bien tenía que compartir su autoridad con el conde de Warwick, cuyo prestigio e influencia eran tan grandes que era conocido con el nombre de Kingmarker (hacedor de reyes). En 1469 Eduardo IV quiso librarse de su influencia, pero él mismo en 1470 hubo de emigrar en tanto volvía al poder el de York, apoyado por su cuñado el Temerario de Borgoña, recuperó el poder en 1471 y esta vez de manera definitiva. Al cabo de poco morían de muerte violenta Enrique VI y su primogénito, así como Warwick.

Sin rival, Eduardo pudo empuñar con mano dura el cetro, pero su carácter cruel y sanguinario le hicieron perder en seguida el apoyo de muchos de sus partidarios, que dirigieron sus miras a la persona de Enrique Tudor, pariente próximo de Enrique VI. En 1485, Eduardo IV era derrotado y muerto en la batalla de Boswort, hecho que marcó el fin de la guerra de las Dos Rosas; instauró en Inglaterra la dinastía de los Tudor; puso fin a la crisis feudal y aportó la paz al país.


En el curso de la guerra civil el Parlamento había ido adquiriendo cada vez más preponderancia, por la intensidad de la crisis monárquica, y también, como consecuencia de la gran matanza de la nobleza, la Cámara de los Comunes tenía más prestigio que la de los Lores. Por eso, cuando Enrique VII se hizo cargo del poder, la nobleza ya no tenía ningún ascendiente; en la Cámara de los Lores solamente quedaban veintinueve pares laicos, por lo que el monarca creó títulos nuevos que en adelante serían el principal apoyo de su política monárquica. Enrique VII instituyó también la denominada Cámara Estrellada, que, a semejanza del Parlamento de París en Francia, actuaba como tribunal supremo de justicia. Su creación se había hecho necesaria, pues en el curso de la guerra de las Dos Rosas muchos derechos de regalía habían sido apropiados por la nobleza. En esta época hicieron su aparición en el país de Gales muchos principios del Derecho romano clásico.

También fue modificada la Cámara de los Comunes, en su mayoría formada por propietarios y hombres de negocios que se habían enriquecido enormemente aprovechando el desorden de la guerra civil y que olvidaban los habituales derechos de los campesinos. El Rey se erigió en defensor de estos últimos y para hacer de ellos una fuerza social les abrió las puertas del Parlamento; así el monarca se procuraba influencia en la Cámara de los Comunes, o sea, en último término hizo del Parlamento un órgano sujeto a su voluntad, sistema necesario para desarrollar su política centralista.

El advenimiento de Enrique VII coincidió con un robustecimiento del desarrollo económico que marcó en Inglaterra los comienzos del capitalismo, máxime cuando la política desarrollada por el monarca fue de apoyo a los intereses económicos de la burguesía mercantil. Inglaterra, hasta entonces nación esencialmente agrícola, comenzó a manifestarse como potencia predominantemente marítima y comercial.

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Monday, April 11, 2022

Ciencias Sociales 2 - Sem 2

 

Competencia: Construye interpretaciones históricas.

Tema: Edad Media

Lectura: Código de Teodosio II, el joven.

Nieto de Teodosio el Grande, subió al trono a la muerte de su padre Arcadio, bajo la tutela del rey persa Yezdigerdes I. Ello es lo que explica las amistosas relaciones existentes entre ambos imperios.

Teodosio se interesó poco por las cuestiones políticas siendo su hermana, la piadosa Pulqueria, quien verdaderamente dirigía los asuntos de gobierno. El emperador sentía enorme pasión por la vida privada y supo rodearse de una pléyade de hombres de talento que fueron los que dieron renombre a su reinado, de interés considerable desde el punto de vista de la historia de la civilización.

Si hasta el siglo IV Atenas había sido, en todo el mundo romano, el foco más importante para la enseñanza, el triunfo del cristianismo en el siglo V fue un rudo golpe para esta escuela de Atenas, que culminó con las invasiones bárbaras y con la creación por Teodosio II de la Universidad de Constantinopla o Escuela Superior cristiana. El edicto disponiendo la creación de la Escuela Superior se publicó en 425 (la universidad existió hasta la Caída de Constantinopla en mayo de 1453). Se fijaba en treinta y uno el número de profesores, que debían enseñar parte en latín y parte en griego: Gramática, Retórica, Derecho y Filosofía. El edificio fue construido especialmente; era de vastas proporciones y fue foco en torno al cual se agrupó todo el saber de la época.


El Coloso de Barletta, estatua identificada

con Teodosio II, fundador de la Universidad.


Bajo Teodosio II tuvo capital importancia la publicación del más antiguo compendio de instituciones imperiales que nos ha llegado. La carencia de tal compilación era motivo de molestias para muchos jurisconsultos y de desórdenes para los funcionarios públicos, ya que muchas constituciones se perdían o caían en el olvido. Anteriores al Código de Teodosio fueron: el Codex Gregorianus y el Codex Hermogenianus, así llamados por los nombres de sus autores, de los que no han llegado hasta nosotros más que fragmentos. Sobre el modelo de los anteriores, Teodosio concibió su compilación de las disposiciones dictadas por los emperadores cristianos desde Constantino al propio Teodosio, ambos incluidos. Tras ocho años de trabajo la comisión convocada por el emperador publicó, en 438, el Códex Theodosianus, en lengua latina, que alcanzó también enorme difusión en el Occidente del Imperio. Consta de dieciséis libros, cada uno de los cuales trata de una parte del gobierno: religión, arte militar, etc. Cada libro está dividido en capítulos en los que por orden cronológico están anotadas las disposiciones. Las aparecidas después de su publicación fueron llamadas “Novelas” o “Nuevas”.

El Código de Teodosio y las compilaciones procedentes sirvieron de base a la legislación justiniana; es un documento histórico de gran valía que nos permite conocer la vida interna del Imperio de los siglos IV y V. Además, el Código de Teodosio ejerció una notable influencia en Occidente en época ya posterior a las invasiones germánicas, porque la Lex Romana Visigothorum para los súbditos romanos es una abreviación del Código teodosiano, de ahí que la llamaran también “Brevario de Alarico”, del resumen que hizo el rey visigodo Alarico II.

Durante el reinado de Teodosio el Imperio de Oriente no tuvo que soportar choques tan violentos como el de Occidente. Teodosio II tuvo que luchar contra los hunos que llegaron hasta el pie de las murallas de Constantinopla; se les hubo de pagar un fuerte rescate y cederles unas tierras para establecerse al sur del Danubio, pero desde entonces las relaciones con los hunos fueron amistosas.

En 450 Teodosio II murió sin dejar descendencia y su hermana Pulqueria consintió en casarse con el tracio Marciano que fue elevado al trono imperial.

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Ciencias Sociales 1 - Sem 2

Tema: La unificación de Egipto

Competencia: Construye interpretaciones históricas

Egipto es una tierra completamente distinta a las restantes del orbe. Un país sin lluvias estrechamente confinado a las riberas del Nilo; un país de contrastes entre las fértiles tierras negras de sus orillas y las rojas de sus desiertos, cuyo extremo marca el límite a que pueden llegar las aguas del Nilo. En los valles próximos al río se percibe el bullicio y fecundidad de la vida, pero al extender la vista a las colinas de piedra arenisca se nos ofrece un país desolado en el que todo germen de vida es imposible.

Mapa del recorrido del río Nilo
No es éste el único contraste. El antiguo Egipto nombraba a su país como el de “Las Dos Tierras”, que expresaba la realidad geográfica de dos regiones dispares. Al sur, la larga y estrecha cuña del Alto Egipto, siempre al alcance del Nilo; al Norte, el ancho delta del Bajo Egipto, con amplias extensiones y llanuras que se pierden de vista.
En este país, fértil e inhóspito, se desarrolló la cuna de nuestra civilización. Allí el primitivo egipcio, que perpetuó sus recuerdos por medio de una escritura pictográfica, origen de la geroglífica posterior, funda los rudimentos de un Estado y de un sistema religioso base del gran desarrollo que luego tuvo lugar.

Encontramos allí al hombre que no ha introducido aún los sistemas de riego, concentrado en las márgenes del río, vinculado a sus pequeños campos, condicionada su manera de vivir a la periodicidad de las inundaciones del Nilo, que puntual a su cita, realiza su trabajo vivificador, mientras sus botes recorren el Nilo y se adentran en el Gran Mar Verde. Este hombre, físicamente, no era un gigante; delgado, robusto, con la cabeza alargada y la cara oval. Sus vestiduras eran de lino y se pintaba los ojos, preferentemente de verde. La primitiva cabaña se habís sustituido por una casa rectangular de adobes.

Vivía agrupado en demarcaciones llamadas spat, algo así como el nomo griego, cada una de las cuales poseía su capital, nut, que era a la vez la fortaleza donde se levantaba el palacio del monarca y el santuario del dios.

Así encontramos establecidos a lo largo del Nilo los diversos nomos que en la época inmediata a la “unificación” se habían enriquecido por el comercio en el Mediterráneo. Fruto de esta actividad comercial fu eel engrandecimiento de varias ciudades del delta, tales como Sais, Buto y Letópolis, centro, esta última, del famoso santuario de Hierápolis. Los reyes de la ciudad de Buto dictaron una serie de principios que señalaron la partida de la evolución egipcia.

En el alto valle del Nilo, donde la nobleza señorial era muy poderosa, porque ejercía su poder en la ruta del oro de Nubia, se habían establecido mercaderes del Norte que apoyaron la formación de una monarquía unificada, primero en Koptos y luego en Nekheh. Estos monarcas apoyaron a los del delta cuando éstos se vieron amenazados por invasiones asiáticas y el país caís en manos extranjeras. Es entonces cuando el mitológico rey Menes une “Las Dos tierras”, la “corona blanca” del Sur y la “corona roja” del Norte; apoya a los monarcas del delta, pero al mismo tiempo se constituye en su conquistador. Como tal aparece en el santuario de Horus.

El faraón

Podrían haber sucedido así los hechos, pero de Menes no sabemos si fue una figura histórica o el fruto de leyendas posteriores, como tampoco sabemos si la unificación fue el producto de un solo hombre o del esfuerzo de varias generaciones.

El rey así instituido desempeñaba un papel difícil. Afirmaba que él, faraón, era de naturaleza distinta a la humana, era un dios que gobernaba a los hombres. De ello tendría que apoyarse la doctrina central egipcia. Una vez lograda la aceptación de esta creencia, sobrevendría la verdadera “unificación”, y habremos de llegar a la tercer o cuarta dinastía para que el Estado se muestre de una manera verdaderamente egipcia.

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