Competencia:
Construye interpretaciones históricas.
Tema: La Guerra
de las Dos Rosas.
Durante los últimos tiempos de la guerra de los Cien Años se evidenciaba ya
el fracaso de la dinastía de los Lancaster; pero la derrota con que dio fin
tuvo para Inglaterra graves consecuencias pues privó a la dinastía del
prestigio que querían darle sus soberanos.
La
guerra de los Cien Años enfrentó a Francia e Inglaterra entre 1337 y 1453,
convirtiéndose en el conflicto bélico más largo que ha conocido Europa.
Durante esos 116 años, las largas y agotadoras campañas, desarrolladas
siempre en suelo francés, se alternaron con treguas y largos periodos de paz.
La contienda acabaría forjando la identidad de las naciones francesa e
inglesa. |
El último de ellos, Enrique VI (1422 – 1471), fue un pobre hombre que
heredó las precarias facultades mentales de su abuelo Carlos VI de Francia, y
que no tuvo la energía suficiente para imponerse a la crisis monárquica que se
desencadenó. Los partidarios de la familia York, alejada de la política desde
el destronamiento de Enrique II, aprovecharon el descontento de la nación
para reclamar el gobierno del duque
Ricardo de York, descendiente también de Eduardo III. La corte, desde la muerte
del regente duque de Bedford, había estado dominada por el conde Suffolk, que
pereció en el año 1450. El trono entonces pareció vacilar; pero aún el duque de
Somerset pudo tenerlo hasta el año 1455 en que también pereció. Inmediatamente
el Parlamento dio al duque de York el título de protector y defensor del reino;
esta actitud no fue aprobada por los banderizos de los Lancaster y por tal
motivo estalló la lucha (1460) entre los dos partidos, agrupados el uno bajo la
rosa blanca de los York y el otro bajo el de la rosa encarnada de los
Lancaster; de ahí el nombre de las Dos Rosas con que es conocida la contienda
que arrastró a la nobleza inglesa a una lucha fratricida que alcanzó extremos
de máxima crueldad.
Cuando comenzó la guerra la suerte se inclinó del lado de los York, pues,
tras la batalla de Northampton, Ricardo fue reconocido sucesor de Enrique VI;
pero al cabo de poco perdía la vida en la acción de Wakerfield, en diciembre de
aquel mismo año. Entonces, su hijo, victorioso en Mortimer’s Cross (febrero
1461) se proclamó rey con el nombre de Eduardo IV, si bien tenía que compartir
su autoridad con el conde de Warwick, cuyo prestigio e influencia eran tan
grandes que era conocido con el nombre de Kingmarker (hacedor de reyes). En
1469 Eduardo IV quiso librarse de su influencia, pero él mismo en 1470 hubo de
emigrar en tanto volvía al poder el de York, apoyado por su cuñado el Temerario
de Borgoña, recuperó el poder en 1471 y esta vez de manera definitiva. Al cabo
de poco morían de muerte violenta Enrique VI y su primogénito, así como
Warwick.
Sin rival, Eduardo pudo empuñar con mano dura el cetro, pero su carácter
cruel y sanguinario le hicieron perder en seguida el apoyo de muchos de sus
partidarios, que dirigieron sus miras a la persona de Enrique Tudor, pariente
próximo de Enrique VI. En 1485, Eduardo IV era derrotado y muerto en la batalla
de Boswort, hecho que marcó el fin de la guerra de las Dos Rosas; instauró en
Inglaterra la dinastía de los Tudor; puso fin a la crisis feudal y aportó la
paz al país.
En el curso de la guerra civil el Parlamento había ido adquiriendo cada vez
más preponderancia, por la intensidad de la crisis monárquica, y también, como
consecuencia de la gran matanza de la nobleza, la Cámara de los Comunes tenía
más prestigio que la de los Lores. Por eso, cuando Enrique VII se hizo cargo
del poder, la nobleza ya no tenía ningún ascendiente; en la Cámara de los Lores
solamente quedaban veintinueve pares laicos, por lo que el monarca creó títulos
nuevos que en adelante serían el principal apoyo de su política monárquica.
Enrique VII instituyó también la denominada Cámara Estrellada, que, a semejanza
del Parlamento de París en Francia, actuaba como tribunal supremo de justicia.
Su creación se había hecho necesaria, pues en el curso de la guerra de las Dos
Rosas muchos derechos de regalía habían sido apropiados por la nobleza. En esta
época hicieron su aparición en el país de Gales muchos principios del Derecho
romano clásico.
También fue modificada la Cámara de los Comunes, en su mayoría formada por
propietarios y hombres de negocios que se habían enriquecido enormemente
aprovechando el desorden de la guerra civil y que olvidaban los habituales
derechos de los campesinos. El Rey se erigió en defensor de estos últimos y
para hacer de ellos una fuerza social les abrió las puertas del Parlamento; así
el monarca se procuraba influencia en la Cámara de los Comunes, o sea, en
último término hizo del Parlamento un órgano sujeto a su voluntad, sistema necesario
para desarrollar su política centralista.
El advenimiento de Enrique VII coincidió con un robustecimiento del
desarrollo económico que marcó en Inglaterra los comienzos del capitalismo,
máxime cuando la política desarrollada por el monarca fue de apoyo a los
intereses económicos de la burguesía mercantil. Inglaterra, hasta entonces
nación esencialmente agrícola, comenzó a manifestarse como potencia
predominantemente marítima y comercial.
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