Actividad opcional:
El hombre ha sentido siempre una profunda – y razonable – curiosidad por
quienes le precedieron en el tiempo. Naturalmente, la humanidad ha podido
interesarse por su pasado solo después de alcanzar una organización social y un
nivel de la civilización que le pusieran a cubierto de los problemas más
urgentes de supervivencia.
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Caricatura de Charles Darwin |
En el mundo clásico, algunos escritores griegos y romanos hicieron mención,
en sus obras, de descubrimientos de hombres prehistóricos. Suetonio, por
ejemplo, en La vida de los Césares, relata el hallazgo, en Capri, de armas y
restos óseos de gigantes que vivieron en épocas remotas. La noticia ha sido
confirmada en nuestros días, porque en aquella isla se han sacado a la luz
amigdaloides (lascas de piedra trabajada intencionadamente) así como huesos de
elefantes mastodónticos que se remontan a una antigüedad de varias decenas de
miles de años.
Sólo a partir del Renacimiento algunos estudiosos pusieron las bases de la
que hoy definimos como prehistoria o etnología prehistórica (del griego éthnos,
pueblo). Hay que llegar a la primera mitad del siglo XIX para alcanzar la
certidumbre de la existencia de un remotísimo pasado de la humanidad. Este
conocimiento se debe, sobre todo, a los estudios de los franceses Boucher de
Crévecoeur de Perthes y Edouard Lartet. Se descubrió, pues, que el hombre había
vivido al mismo tiempo que algunos animales extinguidos en Europa desde hace
milenios, y acerca de los cuales la geología y la paleontología, ciencias aún
jóvenes, estaban en condiciones de determinar la edad y costumbres.
El descubrimiento de la antigüedad del hombre no fue fácilmente aceptado
por todos. Incluso especialistas insignes, condicionados a veces por escrúpulos
religiosos, veían en todo aquello una especie de desafío a la narración
bíblica, que se interpretaba – contra la tradición más antigua del cristianismo
–al pie de la letra, sobre todo en lo relativo al cómputo de las generaciones
desde Adán, el primer hombre, a Cristo. El tiempo transcurrido entre ambos
resultaba, por supuesto, mucho más breve que el que proponía la ciencia.
Pese a la oposición y a la incredulidad, el estudio de la prehistoria,
lejos de detenerse, progresó con un ritmo cada vez más rápido. En 1838, Boucher
de Crevecoeur de Perthes, impugnado y ridiculizado por numerosos representantes
de la cultura oficial, señaló los primeros amigdaloides hallados en Abbeville
como instrumentos de piedra prehistóricos.
En 1858, el naturalista inglés Charles Robert Darwin publicó “El origen de
las especies a través de la selección natural”, título al que siguió, en 1871, “El
origen del hombre y la selección sexual. Estos textos pueden considerarse
revolucionarios, pues tuvieron una importancia enorme para el desarrollo de
ciencias tales como la antropología y etnología prehistórica, que en aquellos
años estaban dando sus primeros pasos. (Planeta Deagostini, 2000)
Pregunta: ¿Qué relación guarda el texto con la imagen que lo acompaña?
OBS: Presentar el trabajo en una hoja de comentario.
Fecha de presentación: De 12:55 a 12: 59 pm del día viernes 19 de abril.